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  • mavir01

Pensar y actuar como si caminaramos sobre el fuego interno

Actualizado: 13 nov 2022


Cada uno de nosotros manifiesta su realidad de acuerdo a la calidad de los pensamientos, a la manera como decidimos leer los diferentes eventos de nuestras vidas, a las personas con las que compartimos nuestra energía y a la manera como reaccionamos ante todo lo que sucede, pero ante todo a la manera como nos relacionamos con el miedo.


Al caminar sobre el fuego se aprende que para andar sobre él y no quemarnos debemos subir nuestra energía a su frecuencia, avivando nuestro fuego interno. Podemos interactuar con éste de forma sencilla y segura si hablamos su mismo lenguaje. Al sumergirse en el agua con hielo y nadar en aguas heladas hacemos lo mismo. Entonamos nuestra energía con el medio, tal y como sucede con un instrumento. Nadamos y disfrutamos sin siquiera sentirlo. Caminar sobre la tierra por kilómetros con los pies desnudos nos permite fundirnos con el lenguaje de los elementos.


Pronto caemos en cuenta de que tenemos la posibilidad de escoger entre una danza fluida con los elementos versus un choque traumático que nos hace sentir en peligro. Sin duda resulta más placentero experimentar cada paso fundiéndose con el todo, que el sumergirse en el miedo. Es aquel ser “cuidadosos” defendiéndonos de lo “agreste” lo que nos impide irónicamente ser cuidadosos con nosotros. El real cuidado se encuentra en el soltar el control de la experiencia, eliminando por completo el miedo a hacernos daño.


Cuando soltamos el control y nos fusionamos con la actitud del disfrute, nuestro transitar es fluido y sin tropiezos. Es cuando invitamos a ese forastero a habitar en nuestro interior, se complejiza la existencia. Al desterrarlo nos liberamos de las ataduras que trae la experiencia mental que conlleva la experimentación del temor. Es ese miedo a ser dañado lo que puede empañar la dicha que trae la experiencia en sí misma. Nos sentimos mal al servirnos de vulnerabilidad pasando por alto y perdiendo de vista los beneficios del momento.


Es sorprendente como a pesar de los kilómetros recorridos, nuestros pies quedan ilesos cuando decidimos disfrutar nuestra caminata. Ponemos nuestro foco en el paisaje y el placer de la experiencia más que en el riesgo potencial del hecho de andar descalzos en medio de todo tipo de “trampas”. Con el aire sucede algo similar cuando permitimos que fluya a través de una inhalación durante un largo rato en nuestro interior antes de exhalarlo. Nos recorre cierta vibración y sale cuando ha pasado cierto tiempo. Nos dejamos llevar con ese inhalar y exhalar y su ritmo. Al nadar en apnea, si los pensamientos logran distraer la percepción de la presión que el aire está ejerciendo sobre nuestros pulmones, logramos nadar mucho más tiempo con un solo aliento. La experiencia no es factible si permitimos que la angustia domine la situación y así sintamos el ahogo.


Es clara la necesidad de dicha disociación entre el sentimiento y la percepción de los sentidos a través de lo que dicta la mente. Es entrenando el pensamiento en la confianza en lugar del miedo que logramos re dirigir el sentimiento e incluso bloquearlo. Entonces, reaccionando conforme a un sentimiento relajado acompañado de acciones placenteras y tranquilas, disfrutamos el momento a pesar de que éste sea retante.


Me pregunto como trasladar dicho danzar con los elementos y su disfrute a las relaciones humanas. Entonarme con las situaciones que me trae la vida, descubriendo el regalo de lo que considero desarmonía cuando ésta aparece. Dándome el permiso de danzar en medio de la desarmonía hasta armonizarla, diluyendo los miedos que experimento en el medio de la experiencia.


Ciertamente es aquel invitado que interrumpe la comunicación armónica de nuestra energía con los elementos, las situaciones y las personas con el que debo hacer las pases. Invitarlo a ser parte de nuestras experiencias genera cortos en el fluir de la energía bloqueando la delicia que trae la danza de la vida. Ahí es cuando en lugar de danzar y disfrutar nos quemamos, congelamos, herimos, ahogamos…y en el proceso herimos a otros. En lugar de fluir y ser aprendices de las situaciones, nos volvemos víctimas, perdemos nuestro norte, y perdemos los aprendizajes que nos traen las situaciones. Nos núblanos, nos perdemos el paisaje y nuestra mente se centra en el dolor que ni siquiera sentimos de manera genuina en nuestro corazón. Resulta ser una trampa para nuestra evolución. Nos quedamos atorados en nuestra mente, en nuestros pensamientos y nos perdemos de las experiencias, de las personas y con ello de los aprendizajes.


Cuando algo en mis profundidades no logra entonarse con la situación, queda abierta la puerta al loop del escenario de la víctimización. He comprendido qué no todos los lenguajes son afines a nuestra naturaleza y que está bien elegir no explorarlos. Es posible que me mienta a mí mismo diciendo que iba en contra de mi al hacerlo, y la realidad sea que iba en contra de mis preconceptos y no fui capaz de danzar con aquella realidad.

Todo lo que sucede es consecuente con un nivel de consciencia determinado, con una capacidad innata o aprendida de bailar incluso en medio de la tempestad. La resignificación de la tempestad en si misma puede llegar a ser toda una aventura. A pesar de haber un escenario x ó y, al percibirlo, cada uno de nosotros le da su toque entonándose de manera fluida o no con el medio. Aprendemos a ser conforme a esa impresión personal que le ponemos a nuestras vivencias.


Durante ese camino de aprendizaje en el proceso de crecimiento sentirás algunas veces que te harán daño o que a su vez, harás daño. La mejor posición en la que te podrás poner siempre será la de exponer tu corazón a dichas situaciones alimentando los buenos sentimientos. Actuar con una mirada pura desde la compasión sin importar cuán extraño sea el momento, siendo cuidadoso de no contaminar tu espacio interior.


Si bien no eres dueño de lo que sale del otro hacia ti, eres dueño de la manera como tus ojos ven, tus oídos oyen, tu corazón siente, como tu mente piensa. No eres marioneta de nadie, ni de las situaciones y eres dueño de la manera como respondes a éstas. A pesar de lo que sea, continua sembrando lo mejor en ti y en los otros. Siembra siempre la posibilidad de que el otro sea su mejor versión poniendo tu fé allí, observando las situaciones desde la compasión, la gratitud y los buenos sentimientos. Finalmente, el amor que siembras en ti y en los otros a cada instante es lo que manifiestas para ti y para los demás en tu realidad. Llénate de lo más bonito y usa lo no tan bonito para impulsarte a crecer.


El mejor reflejo de lo que alberga de manera real tu interior es la manera como te comportas con los otros. Las excusas del porque te manifiestas de manera poco luminosa con el otro es tu gran oportunidad de trabajo. Así represente ser un reto mirar ese lugar poco luminoso, ahí es donde inicia la transmutación de aquello que te incomoda de ti y del otro.


Exponerte de frente, a mirar sin miedo esa situación que te ponen en frente, con la mayor intención, consciencia y desde la mayor vulnerabilidad para así transformarla y transformarte es un regalo. Encontrarás en el camino que aquel que te hizo daño se ha convertido en tu maestro y lo podrás acoger en tu corazón nuevamente con amor. Experimentarás que a pesar de que haya un solo paso entre el amor y el odio, está en ti escoger permanecer en el amor. Nadie más lo hará por ti, es tu tarea, y a fin de cuentas se siente mejor estar en el amor.


Comprendemos finalmente que todos algunas veces actuamos desde nuestras carencias, nuestros desconocimientos, desde lo que aún no hemos logrado comprender. Eso nos pone en un estado de humildad permitiéndonos mirar con benevolencia, abrir nuestro corazón de manera ámplia a pesar de las situaciones más retantes. Habremos comprendido que nuestro corazón puede acoger de manera genuina a todos, incluso a los que te han dañado. A su vez, también te abrirás a la posibilidad de que aquel que te haya dañado te ame. Porque cuando logras amar de esa manera, se enciende en tu pecho un fuego permanente que aviva tu ser y alimenta tu existencia. Hay situaciones que te sitúan en el ego, pero los beneficios de cruzarlo para descubrir el amor escondido y exponerte a resignificar aquello que te ha hecho daño le trae delicias al alma.


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